Esa noche no podía dormir, así que me fui a la terraza y allí
me recosté mirando al cielo, bajo el manto de estrellas enmarcadas
por la luz de la hermosa luna llena, para poder disfrutar del esplendor que me
brindaba la noche, un hermoso silencio reinaba, solo roto paulatinamente por
el susurro de una suave brisa.
Sin darme cuenta me quede plácidamente dormida cubierta solo con
el manto estrellado; cuando en ese instante de paz, algo me despertó, creía que
era lluvia, pues mi cara estaba mojada ligeramente; sin embargo mis papilas notaron
un regusto salado, al abrir los ojos todo seguía como antes.
Extrañada mire de nuevo al cielo en busca de una nube
caprichosa y nada encontré.
De nuevo escuche el susurro del viento, esta vez más
insistente. Entorne los ojos y otra vez sentí en mi rostro como si diminutas
gotas saladas lo mojasen, sin embargo esta vez seguí sin abrir los ojos y
agudice más mis sentidos.
¡Tal vez seguía soñando y nunca había despertado!
Solo recuerdo que de repente me di cuenta que el susurro del
viento no era tal; eran todos los deseos rotos, las penas, las lágrimas y
dolores lanzados y susurrados al viento para que los aleje. Que sin saber porque
me traspasaban y mojaban mi rostro con sus lágrimas penadas; la tristeza se
apodero de mí y por unos instantes supe dónde van; donde van nuestras penas,
nuestras lágrimas, nuestros deseos rotos y que susurramos al viento para que los aleje.
Tarde o temprano esas penas y tristezas traspasan el alma de
alguien y la cubren de pena.
Así pues, en el tiempo que sin saber porque, notes que la
tristeza te invade, que la pena te aprisiona… recuerda que no es tuya, déjala
pasar; no permitas que se asiente.
Ahora ya sabes el poder de tus deseos lanzados al viento, así
pues, susúrrale palabras de amor, de aliento y paz; puesto que tarde o temprano traspasarán un
alma ajena.
Autora:Rosa Francés Cardona (Izha)
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
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