Después de 12 horas de duro trabajo en la fábrica de armas,
regresaba a casa, como siempre, con el corazón acongojado; sin saber que
encontraría al llegar a casa, George había sido desestimado para el ejército y sin
trabajo, debía de ocuparse de la niña y eso le acababa de desquiciar.
Cada día su carácter se había agriado más, no aguantaba ni
mirarme, sus ojos enrojecidos de furia e impotencia se clavaban en mi espalda
mientras yo hacía la colada, luego seguían los gritos: si la comida no estaba
suficiente caliente, salada o lo que fuese; se encolerizaba y terminaba
golpeándome; si bien yo callaba, pues sabía que estaba pasándolo muy mal y que
odiaba ser “mantenido”, no podía ocultar tantos moratones, ojos hinchados…no en
vano en la fábrica había ganado el sobrenombre de “Rita la torpe”.
¡Sin embargo, luego era tan dulce! El realmente me quería,
lo hacía todo llevado por la impotencia, por el dolor de verse menos hombre…
Ese día cuando llegue a casa exultante de alegría, marco un himpas
en mi vida. Le conté que el gerente me había propuesto para un ascenso, pero
debía de ir a estudiar si quería poder llegar en un futuro a secretaría; ganaría
más, trabajaría menos horas y Helene mi pequeña tendría más horas para estar
con mama.
¡Se desato el infierno, enloqueció como nunca podría haber
imaginado, me golpeo y golpeo con todas su fuerzas! Helene salió llorando, con
apenas 4 años, no había consuelo para ella, vino corriendo a mis brazos, yo
entre sollozos le explique que todo estaba bien, que se acostase, que no pasaba
nada; sin embargo ella seguía llorando y George enfureció más; la cogió, empezó
a golpearla y a gritar que sería una puta como yo; logre ponerme sobre ella y
protegerla con mi cuerpo.
Durante 3 días no pude ir al trabajo; George se canso de decirme
una y otra vez lo mucho que me quería, que era mi culpa, que no dejaría que me
fuese con otro, que era lo que yo pensaba hacer.
Helene dejo de hablar, de mirarnos, sus ojos se volvieron tristes
y asustadizos y eso me rompía por dentro.
¡No iba a dejar que le hiciese daño a mi hija! El resto me daba
igual.
Volví al trabajo y decidí ser más sumisa (si era posible); no
abría la boca, solo si me hablaba, le hacía sus comidas preferidas…
Mientras buscaba incansablemente una salida para mi pequeña; yo,
sabía que no la tenía.
Salía antes del trabajo, sin decir nada y acudía a los archivos buscando
a Joanna mi hermana. Hacía muchísimos años que no nos hablábamos; desde que me
case con George, pues ella decía que era un hombre inadecuado para mí, después
se marcho del estado y nunca más supimos una de otra.
Sabía que George no la buscaría, pues nunca hablamos de ella.
Cuando tuve su número y me contestó por el teléfono rompí a llorar.
-¿Diga, diga?
Yo no podía hablar y después de 15 años, menos aún ¿por dónde
empezar?
-¿Rita, Rita eres tú?
¿Después de 15 años y al oír llorar pensó en mí? Esta era la
prueba que esperaba, ahora sabía que iba a hacer lo correcto.
Joanna me escucho; sin reproches, sin preguntas ni interrupciones,
cuando termine, me pidió que le dejase y cogiese el primer tren.
Sabía que era imposible, me buscaría hasta matarme, le haría daño
a ella y su marido.
Le suplique que se hiciese cargo de mi bien más amado, mi pequeña;
yo no importaba, era el sacrificio por mis errores; por mi cobardía al no huir
el primer día, al pensar que me amaba y cambiaría; por dejar que la dañase.
No pude hacerle la maleta, pues lo hubiese visto; pude convencerlo de
que fuese solo al cine a ver a Creta Garbo, su preferida; pues además de
caro, la niña podía molestar.
Cuando salió de casa, de forma vertiginosa cogí un hatillo y
coloque un pequeño peluche, un camisón y los 2 únicos vestidos que tenía mi
pequeña.
De camino al tren no podía dejar de mirar atrás, como una
delincuente; Heleen me esperaría en el andén y para siempre diría adiós a mi
pequeña, lo más preciado y hermoso que tenía, el sentido de la vida se perdería
en ese preciso instante.
Joanna me abrazo, me pidió
reflexión, que me quedase; sin consuelo, me abrace a mi pequeña, le dije que la
amaba más que a mi vida, que no me olvidase nunca y que a partir de ahora
llamase mama a mi hermana, que ella la cuidaría como su hija; se abrazo a mí y hubo
que arrancarla de mi falda.
-¡Mama, mama te quiero!
Hacía meses que no hablaba, ese grito desgarrado partió mi corazón, la bese y me aleje.
Cuando llegue a casa…
George se sentó, en silencio; su rabia brotaba por sus poros,
intentando no gritar pregunto por la pequeña:
-Nunca la encontrarás, podrás golpearme, hacerme daño, pero a ella
¡nunca más!
Enloqueció, golpeándome con furia; la sangre brotaba de mi labio
partido e hinchado, sin embargo yo no pedía clemencia, después de cada golpe
intentaba levantarme, lo que le encolerizaba más.
Esta vez cuando me golpeo cogí una lámpara y le di con ella sobre
la cabeza, atontándolo; intente huir, pero me cogió por los pies y cogió el
palo de la lámpara, me lo clavo una y otra vez sobre el mentón.
Todo se nublo.
Me arrastró hasta el muelle, allí me depositó en una barca,
después me arrojó, cual trapo viejo o juguete roto.
Ahora mi cuerpo flota sobre el agua y empieza a hundirse
suavemente, el agua toma un hermoso color rojo, proveniente de la sangre de las
heridas.
El sol comienza a asomar por el horizonte; suavemente como
una hoja, sigue hundiéndose mi cuerpo, mis ojos abiertos y vidriosos
contemplarán toda la eternidad este bello amanecer, a través de los rayos del
sol penetrando en las azules aguas teñidas con el rojo sangre.
Por unos instantes el frío intenso y la oscuridad me dan la
bienvenida, mientras sigue hundiéndose mi cuerpo, cual hoja mecida por el
viento. Sin embargo sigo contemplando el bello amanecer a través del azul
teñido de sangre y pronto el silencio y la paz reinan en mí ser por primera vez
en muchos años.
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Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
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