Historia publicada en el libro del 50 aniversario del CEIP José Mollá.
Amparo Gustaba Cardona Bolinches, más conocida como: señora Amparo o
Amparo la “conserja”; fue la primera conserje del José Mollá, puesto en el que
permaneció casi 40 años.
19.000pts o 19.500pts era su sueldo en aquel momento. Su
trabajo no solo incluía las tareas típicas de conserje, sino que también
abarcaba la limpieza del colegio y por si fuera poco, al principio también regentaba
un pequeño “bar”.
Yo personalmente odiaba el verano. En verano tanto mi hermano
como yo teníamos que ayudarla no solo en la limpieza, sino que tocaba:
Sacar todas las mesas, limpiarlas, lijarlas y barnizarlas.
Pintar la parte baja de las paredes.
Hacer los azulejos de los baños a fondo.
Limpiar las ventanas y además las persianas por dentro y por fuera.
Para ella no existían las horas para tener el colegio en condiciones. Recuerdo despertarme para ir al colegio y ella ya estar cansada de estar limpiando, cambiarse de ropa y volver con una sonrisa al trabajo.
Por suerte ciertas cosas hoy han cambiado mucho; pues en esa
época no era nada raro que los niños no acudieran a clase si sus padres tenían
trabajo al que pudieran ayudar (recoger naranjas, fresón…) así que tampoco era raro
que sus hijos la tuvieran que ayudar para poder realizar las tareas de
mantenimiento del colegio; ya que una
persona sola era imposible que pudiera hacerlo; además de ellos también le
echaba una mano su tía.
Amparo no era una conserje al uso. Ella trataba a los niños
como trataba a sus hijos. Sus frases favoritas eran:
· Si voy ahí…
· Te cojo
el pelo y…
· Si te
cojo veras...
Frases impensables hoy en día, je, je, je. Sin embargo su
carácter fuerte y duro se derretía cada día ante las injusticias y también era
normal en ella llamarme a mí (que soy su hija) para cosas como:
-Rosa, coge a este nene que no tiene mamá y dúchale; cósele a xxx la orilla del
pantalón que la tiene rota; cúrale esta herida; quédate con xxx que su madre no
ha venido a recogerle…
Cuando los maestros “no podían” con los niños se los “enviaban”.
Seguramente esos niños serían los que hoy tienen profesores de apoyo; en esos
momentos eran considerados como niños imposibles, difíciles, piezas… Pues los
problemas de aprendizaje eran prácticamente desconocidos (como mucho se oía
hablar algo de la dislexia).
Con los años me di cuenta el tremendo cariño que le tenían los que en esa época
fueron niños, nadie la recordaba por la dureza de su carácter, sino que su
recuerdo era el de acogimiento y de cariño. Y los que más la recordaban con
cariño eran precisamente los que fueron considerados niños imposibles, piezas,
desastres, tontos…
Amparo fue una mujer adelantada a su tiempo que sola realizó
un trabajo “típicamente masculino” (en aquellos tiempo); sola crió a sus hijos;
que logró convertir jornadas interminables de trabajo en lecciones de vida. Lecciones
que nos han convertido a nosotros sus
hijos en las personas que somos; personas que no tememos al trabajo duro y que
valoramos cada pequeño detalle en nuestra vida como algo muy importante.
El colegio era su vida.
Y ella, era mi madre.
Autora: Rosa Francés Cardona (Izha) |
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