miércoles, 25 de mayo de 2016

Yo soy Mordejai

Mama me escondio en un pequeño hueco en la pared de la iglesia donde estábamos resguardadas las mujeres y los niños.
No sé cuántos días duraba ya el sitio a la ciudad, ni quien era realmente el enemigo, pues solo se hablaba de este tema entre cuchicheos, puesto que estaba prohibido y como bien decía mi madre entre susurros:
-¡Cuidado con hablar, las paredes tienen oídos!
Solo recuerdo el hambre tan brutal que teníamos todos, mamá hacía días que no comía, hacía semanas que no veíamos alforfón por ningún lado que no fuesen nuestros sueños; incluso de las telas de los sacos que habían contenido alimento se estaba haciéndose caldo; sin embargo este estaba destinado a los guerreros y si te encontraban escondiendo comida, te mataban. Así pues hacía días que solo teníamos los niños una piedra en la boca para chupar e intentar con ello engañar a nuestro estómago.
La campana llamo a esconderse nada más amanecer, solo podía significar que habían entrado a la ciudad y las mujeres y niños teníamos orden de escondernos en la iglesia, los mayores cada uno tenía destinado su franja a defender hasta la muerte.
Sin embargo a nosotros no nos guardaba mejor destino. Si seguíamos en la ciudad sin acceso a comida, en poco tiempo moriríamos de hambre y si el enemigo entraba el Abad tenía orden de matarnos a todas las mujeres y niños; todo antes de caer en manos del enemigo y ser matados, violados y golpeados por ellos.
Pese a ello, mama no dudo en desobedecer las órdenes y aprovechó que conocía muy bien la iglesia, pues durante su construcción en su niñez abastecía a los hombres de agua; para esconderme en un pequeño hueco con una jarrita de agua y un trozo de piel seca para que chupara y pudiese resistir unos días escondida; al menos para mí fue una alegría tener algo con sabor que engañase a mi pequeño y desnutrido cuerpo.
Me ordeno no salir para nada de mi escondite; oyese y/o viese lo que fuese, solo si ella en persona me llamaba debía salir; sino tenía orden de no salir hasta pasados 2 días del cese de todo ruido.
Los gritos de la batalla se escuchaban cada vez más cerca, las mujeres rezaban y lloraban sin cesar y yo temblaba esperando oír a mi madre llamarme.
De repente los gritos se hicieron insoportables y espeluznantes, las mujeres pedían clemencia y suplicaban piedad; sin embargo el Abad y su ayudante comenzaron a cortar los cuellos de todas las mujeres y niños que gritaban de forma desgarradora y corrían en busca de la salvación sin saber muy bien donde, las pocas que lograron salir fueron violadas y destripadas en las mismas escaleras del templo, sin importar la batalla que había en el lugar. Las personas habían perdido su humanidad y actuaban peor que animales rabiosos desgarrando, matando, violando…
No recuerdo cuánto tiempo permanecí en aquel diminuto hueco, solo recuerdo haberme hecho pis del miedo y llorar y llorar durante horas.
De forma paulatina los gritos empezaron a alejarse de mis oídos, el olor a sangre que me hizo vomitar desapareció, las imágenes dantescas de mujeres destripadas, decapitadas… empezaron a ser borrosas para mis ojos y de repente entré en un estado de sopor en el que ya no sabía si estaba viva o por fin había muerto.
Entonces la vi, era como mama, sin embargo sus ojos eran más brillantes; su piel no estaba demacrada, sino blanca y luminosa; su extrema delgadez fruto de la hambruna había desaparecido; su ropa sucia, rota y fea, se había convertido en un espléndido ropaje; su olor a hambre y suciedad, era ahora embriagador.
Intente correr hacia ella, aunque sonriendo y colocando el dedo sobre su labio me indico que no hablase ni me moviese; así pues se acercó a mí y sin saber cómo en aquel pequeño hueco se acurruco junto a mí y me abrazo, canto y canto preciosas canciones y deje de escuchar los gritos y lamentos, desapareció el hambre y me dejé mimar y abrazar.
-¡Aquí, aquí hay una niña!
Me despertaron unos gritos y mama me beso.
-Chiqui, llego la hora de salir, mama se queda aquí.
Cuando salí unos humildes agricultores me cogieron entre sus brazos.
-¡Es un milagro, sigue viva!
Años después estos agricultores que me acogieron en su casa; me contaban el milagro de mi vida, pues hacía 5 días que habían saqueado y destruido mi pequeña ciudad, sin dejar a nadie con vida. Ellos habían acudido a ver si encontraban enseres para poder usar o vender y así poder subsistir.
Desde aquel día que me encontraron empezaron a llamarme Mordejai o la que tiene aires de libertad; estaban convencidos yo era una niña milagrosa y llena de sabiduría, así pues años después sería la guía y consejera de aquella pequeña comunidad que me dio la vida.

Nunca más volví a ver a mamá, aunque estoy segura que siempre cuido de mí.


Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.

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