Después de hacer yoga en la terraza de casa, al abrigo de mi
buena amiga de Selene y abrazada por la música y mantras; una vez en postura
fácil y con las gotas de sudor cayendo suavemente por la frente, la espalda y
el pecho. En este momento de recogimiento y meditación, percibes como resbalan una a una, cada gota de sudor, como
se eriza tu piel al roce de la primera brisa fresca y como Selene no deja de
observarte.
Ese preciso instante en que desaparece la tierra bajo tus
pies, y el cielo se desploma sobre tus hombros. Ese preciso instante donde tu
mente se siente a salvo y sin preocupaciones, donde el apego se pierde y es, en
ese segundo de meditación donde toda la demencia humana se desintegra por
completo; donde por una milésima de segundo; dejas la dualidad del ser, para
perderte en la unidad del Ser; donde la conciencia abandona el cuerpo, para “flotar”
con todas las consciencias.
Y es en ese instante
mágico y/o místico donde se abandona por completo la sensación de culpa y
separación; donde formas parte de un lienzo cuidadosamente tejido y en la que
cada filamento ejerce la fuerza exacta para ser irreemplazable y sabes que sin él,
el Cosmos sería un completo caos.
Es esa milésima de segundo cuando se pierde la noción
espacio tiempo y bien podrían pasar ante ti horas y seguirías en el mismo instante.
Instante donde abandonas la demencia del mundo material y aprecias la lucidez
del ser.
Hay días en los que los humanos tenemos un atisbo de lucidez
que llega a nosotr@s y nos ilumina como un rayo de luz y en los que dejan de existir
las preguntas, el dolor, la culpa, el abandono...
Donde por unas milésimas de segundos dejas de ser esa gota
de agua en un océano, para ser Océano.
AUTORA: Rosa Francés Cardona (Izha)
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición
Regente de
Colaboradora en: buenasmanos.com
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