Cuentan los antiguos; que en los albores de la civilización
existió un continente hoy perdido llamado Gondwana, donde se encontraba Lemuria,
también conocida como Mu o Pacífica.
Lemuria presenció el amanecer de la humanidad y fue grande
en conocimientos y tecnología.
En aquellos días no existía el tiempo como lo conocemos, ni
la luna e incluso muchos dicen que ni el sol.
Las personas, más que personas eran almas; su forma etérica
todavía no se había condensado a la física y opaca que hoy conocemos; eran conocidos
por seres etéreos o álmicos.
Sin embargo la creación de la luna llevó al nacimiento de
dos tipos de seres: los seres avanzados y los seres de bajo astral; seres opacos
y de carne.
Los seres etéreos, constituyeron durante mucho una civilización
basada en los principios femeninos de: compartir, cooperar y crear; produjo una
sociedad libre de crímenes, contiendas, guerras y adelantada psíquicamente.
Una nueva “ideología” apareció, junto con los nuevos seres; los
seres avanzados conocieron por primera vez la dualidad ego-ser; este nuevo
pensamiento les otorgaba poder, perdiendo la conexión con la madre tierra y el
legado de los antepasados; este
antagonismo ideológico se intensificó,
dando lugar a: envidias, peleas, guerras, muertes violentas… este sería
el comienzo del final de Lemuria.
Lo seres avanzados utilizarían a los seres de bajo astral para
quitar de enmedio cualquier pensamiento no compatible con el suyo.
En un último intento y ante la inminente destrucción de su
mundo los seres álmicos, incapaces de luchar y utilizar cualquier tipo de
violencia, comenzaron a reunirse en lo alto de las montañas, con la intención guardar
toda la información y saber que tenían en cristales de cuarzo; contando en
ellos todo lo que pudiese ser útil a las próximas generaciones e intentar evitar que cometiesen el mismo error.
Por las noches etéreos cual pluma blanca mecida por el
viento; en silencio, cristales en mano, recargándolos de la energía lunar,
enviaban la información; una especie de baliza de socorro, con la esperanza de
lograr que esta destrucción fuese la primera y única de la humanidad.
Realizaban esta labor, en silencio, ojos cerrados e inamovibles, eran asesinados vilmente por los seres del bajo astral; sus vestidos suaves y
vaporosos no podían mancharse de sangre; pues su etereidad era inamovible; permanecían
enviando energía y amor a la humanidad; sin un grito, ni una queja, sin cambiar su
mensaje de amor a la tierra, a los humanos; se diluían como la niebla y desaparecían
ante la mirada fría y cruel de sus impávidos asesinos.
Mientras los seres avanzados caerían en su propia trampa, el
Yo; presos de su propia avaricia
entraron en una lucha interna por el poder.
Pronto el caos reinaría en Lemuria, la tierra comenzaría a
escupir fuego, la recién estrenada luna parecía cambiar a cada instante
provocando mareas inmensas que pronto comenzarían a hundir el continente bajo
las aguas y rodeado del fuego volcánico.
Todo desaparecería bajo las aguas, no obstante el mensaje
álmico permanece encerrado en los cristales de cuarzo, a la espera de ser “leídos”
por la próxima humanidad.
Cuentan que después de la destrucción, no hemos vuelto a recuperar
conexión con nuestro legado, esta civilización tan adelantada tecnológicamente deshecha
todo vestigio de ello.
Sin embargo no es del todo cierto, nuestros antepasados
tenían esa conexión, aún en tribus perdidas se conserva; aunque a los seres
avanzados sigue sin interesarle que lo sepamos y volvamos a ser parte de un
todo álmico.
Cada día gracias a aquel pasado distante y su energía
grabada en el macrocosmos, algunas personas pueden acceder a la información cincelada
para siempre en la energía cuántica de los cuarzos; este despertar es sosegado,
pero sin pausa.
Es primordial durante el día de luna llena visualizarla y
meditar ante ella, empapándonos de su energía y junto con cuarzos llegar a
conectar de nuevo con la tierra y su poder guardado por nuestros ancestros
álmicos.
Con los ojos abiertos mira como se alza altiva y majestuosa nuestra
magnífica luna, majestuosa ante los siglos; acomoda un cuarzo en tu mano y
visualiza toda su energía selénica; déjate embriagar por ella y luego pásala a
la madre tierra; ella adolece de nuestra energía y amor; clama en silencio por el cada instante y cada
día menos la escuchamos.
Es por eso por lo que sigue siendo tan importante no perder
la conexión con nuestra madre tierra, la luna y el poder de los cuarzos. En ello
radica nuestra supervivencia.
Autora:Rosa Francés Cardona (Izha)
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
Tienda on-line: http://herboristeriaherbasana.es/
Redactora en: http://www.enbuenasmanos.com/
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