Con una semi-sonrisa dijo:
- ¿De verdad crees en hadas?
No pude menos que
apreciar su ironía. Y con otra sonrisa conteste:
-¿Acaso tú no?
Esta vez la semi-sonrisa, se volvió, no sonrisa, sino
simplemente carcajada.
-Por Dios ¿acaso eres una niña?
- No, creo que no. Conteste
-Simplemente opino, que creer en seres mágicos, hermosos y
generosos es un don, no algo infantil, ñoño o tonto.
-Por cierto- Espete- ¿Tú en que crees? ¿Crees solo en lo que
ves, en lo que está demostrado?
-Faltaba más. Contesto airadamente.
-Entonces explícame: ¿Cómo puedes creer en el amor, la
bondad, la pasión, en todas las fortalezas y debilidades humanas? ¿Acaso las ves?
Entonces con otra
gran sonrisa contesto:
-No las veo, pero las siento, no es lo mismo, no intentes
liarme con tonterías.
-Pues yo – Conteste- cuando cierro mis ojos, las veo y las siento;
creo en las hadas, creo en la magia, creo en un mundo mejor, sin maldad y mucho
más bello. Pienso que si cerramos nuestras mentes a la fantasía, las cerramos a
creer que todo puede cambiar, que todo puede mejorar, por ello solo te puedo
decir que quiero seguir creyendo en las HADAS.
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