- ¡Pues tías, me he comprado un Satysfayer o como se llame eso, je,
je, je! Estoy cansada de buscar un tío decente. A estas alturas están todos
cogidos; los decentes, vamos; o están con una más joven o no les gustan las
mujeres.
- ¡Bueno, al menos tú haces alguna vez
algo! Yo creo que hace más de un año que nada de nada. ¡Malditas pastillas!
Entre la del corazón, la de la depresión y yo que sé que más… yo paso la mano
por la pared. Y la verdad es que no me atrevo a comprarme el aparatito ese.
- ¡Che, pues quedamos un día todas y nos
vamos a un SepxShop de esos y nos compramos cada una uno y además nos echamos
unas risas ¿Qué os parece?
-Bueno, ya lo hablamos, que yo estoy igual que
Berta, desde año nuevo “na de na” y ya estamos de nuevo en otoño. Además,
mañana es nuestro aniversario y nos vamos a comer a un restaurante de esos
finos que tienes un camarero y todo para ti sola. Pero… no veo yo…
- ¡Chisssss, no se hable más, tengo una idea! Mañana tienes que encender
la pasión durante la comida y luego al llegar a casa… Y además no hay excusas a
estas alturas, no hay niños pequeños, no hay hijos y los nietos esta semana no
os tocan.
Así que ya estamos en la comida y no dejo de darle vueltas al
tema de ayer con las amigas.
¿Y si tienen razón? ¿Tendré que encender la chispa? ¿Qué puedo
perder?
Todo eso y más pasa por mi mente, mientras Juan no deja de
hablar de política y yo de vez en cuando asiento, sin saber que ha dicho; así pues,
me voy al baño un poco alegre por ese “vinito” que hemos tomado, aunque al
mismo tiempo un poco decepcionada, pues, no me regalado nada ¡con la historia
de que yo me compro lo que quiero!
“- ¡Bueno, respira hondo, no te enfades, tienes que poner de
tu parte, a estas alturas no puede cambiar!” me repito mentalmente en el baño,
cuando vuelvo a darle vueltas a la conversación de ayer con las amigas."
“- ¡Ji, ji, ji! No sé cómo me he atrevido a hacer esto. Acabo
de salir del baño sin bragas, menos mal que antes de salir de casa me he
quitado las bragas “sobaqueras” cómodas y me he puesto estás tan lindas, ¡si esto
no le sube la pasión…!”
Muy disimuladamente me he acercado a él con la excusa de
preguntar si había mirado los precios y me las he ingeniado para pasarle las
bragas dentro del bolsillo de la chaqueta. ¡Guauuuuuuuu, estoy… de los nervios
y muy, muy excitada.
Desde ese momento mi conversación se ha vuelto más fluida, la
sonrisa no se va de mi cara; aunque Juan no se percata de nada. ¿Cómo se puede
ser tan torpe? ¡Madre del Dios hermoso, que tortazo le daba!
Al fin llega la hora de pagar y nos levantamos. Parece que no
le ha hecho mucha gracia la factura, aunque yo estoy tan excitada que no pienso
ya muy claramente, solo nos imaginó en el ascensor de casa, mientras le digo que
mire su bolsillo, luego lo veo a él con cara de deseo oliendo de forma sensual
mis bragas y me veo en el mismo ascensor como ya no puede resistirse a sus
impulsos y allí mismo me empotra, mientras con la espalda le doy a todos los
botones, quedando el ascensor trabado entre dos pisos, el tiempo suficiente
para desatar nuestra pasión y luego seguir un poco más en casa ¡que un día es
un día!
Al salir del restaurante, Juan no tiene mejor idea que sacar
el “pañuelo” del bolsillo y sonarse los mocos.
¡Dios, que mala idea! ¿Cómo iba yo a pensar esto?
Así que en medio del restaurante ha sacado unas bragas rojas
de encaje carísimas y de tallaje bastante alto (XL) y se ha sonado con ellas,
ante la atenta y extraña mirada del metre.
- ¡Agggg! ¿Qué es esto? Y las ha tirado espontáneamente
hacia lo alto, cayendo sobre el plato de comida de unos señores muy trajeados.
¡Tierra trágame! Mi excitación ha dado paso a la vergüenza
extrema, a no saber dónde esconderme, a… ¡Todo el mundo nos está mirando! De
pronto no se oye nada en todo el restaurante, todos los ojos y oídos están
fijos en nosotros dos. ¡No sé qué hacer, no que decir, Juan está en shock, no
articula palabra, solo mira el plato con las bragas rojas!
Al fin salimos de forma no muy digna del restaurante; nadie
articula palabra; después de un pesado silencio, y unas miradas no menos
pesadas hacia nosotros, no he tenido mejor idea que romper a reír como una
descosida y salir corriendo, mientras arrastro a Juan de la mano, muerta de la
risa más que de la vergüenza.
La verdad es que “follar” lo que se dice “follar” no he “follado”
y no sé cuándo me hablará de nuevo mi marido (supongo que después de 38 años
casados, no estaremos tantos sin hablarnos) pero la verdad es que…
Mañana hemos quedado las chicas para una excursión al SexShop.
¡Ja, ja, ja!
Autora: Rosa Francés Cardona
(Izha)
Coaching
3.0, Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición. |
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