viernes, 22 de agosto de 2014

NIÑOS DE LUZ

Con apenas 15 años empecé a vivir rápido.
¡Muy, muy rápido! Parecía que el mundo se escapara de mis manos y tenía que disfrutarlo a tope.
Mis padres no sabían que hacer, lo habían probado todo: castigo, eliminar la paga, chantaje, regalos, amenazas…
Y nada dio resultado. Abandone los estudios y recién cumplidos los 18 me escape con el Jon; él tenía 28 y lo sabía todo, era mi gran amor; comía, respiraba, sentía, hablaba… todo por el.
Cogí el dinero del banco que habían ahorrado mis padres con el esfuerzo de su trabajo y el sacrificio de pensar en mi, en vez de en ellos; dinero que habían guardado como hormiguitas para el día de mañana; 21.000€ que estaban en mi cuenta para poder labrarme un futuro y…
¡El futuro había llegado! Eso y todas las joyas de mi madre y me las piré, sin decir ni adiós.
¿Para qué? ¿Acaso entenderían algo?
Me marche llena de ilusiones y en poco tiempo quemamos todo el dinero: fiestas, drogas y más fiestas y más drogas...
Cuando se termino, nos quedamos en la calle y nos fuimos a un viejo almacén abandonado, de vez en cuando Jon "pegaba algún palo"; otras veces me traía a alguien para que me “ganase” mi parte, esa parte me dolía mucho, pero él no encontraba trabajo y era preciso (así pensaba yo entonces).
Un buen día quede embarazada ¡Estúpida de mi! se lo comunique, pensando, no sé que; creía que me alzaría en brazos y daría vueltas y mientras todo transcurría en cámara lenta, sonaría una música romántica y él diría “cásate conmigo” mientras me besaba ardientemente y apasionadamente.
Nada más lejos de la realidad: se enfureció como nunca lo había visto, me golpeo y tiro al suelo; mientras dudaba de su paternidad y escupía pestes; luego salio dejándome tendida en el suelo, llorando y sin saber que hacer.
Así estuve mucho tiempo, tal vez horas, hasta que anocheció y él no apareció.
3 días estuve en el almacén; sola, sin comida y sobre todo, con el mono.
Al tercer día empecé a andar sin rumbo fijo, hasta que me encontré llamando a una puerta; la de mis padres y la que abrió fue mi madre.
Cuando me vio, no me dijo nada, solo me abrazo y entro en casa, sin hablar preparo un baño, me desnudo y empezó a limpiar mi cuerpo, sucio incluso de mis propias heces.
Sin reproches, sin hablar; solo me limpiaba con amor, mientras mi cuerpo temblaba sin control y yo lloraba sin parar.
Luego me cepillo con cariño el pelo y yo pude balbucear el porque estaba allí, el porque de mis moratones; mientras ella miraba mi cuerpo demacrado con apenas 39 kilos.
Pronto apareció Don Juan el médico de familia y me atendió y explico lo malo de mi situación y  recomendó una clínica de desintoxicación. Luego ellos hablaron de mi embarazo de mi lamentable aspecto y me plantearon la opción del aborto.
Yo solo quería estar bien y “que me sacaran aquello que tantos problemas me había traído”.
Así que al día siguiente me acompañaron a una clínica, allí un psicólogo intento explicarme lo mal que lo podía pasar y demás cosas que no atendí.
De la clínica mis padres me llevaron a una casa en plena montaña. Según supe después pidieron dinero para todo, pues a mama la habían despedido después de media vida trabajando y lo estaban pasando mal.
Una vez allí, papá descargo toneladas de comida y nos dio un beso y se despidió llorando.
Yo no entendía nada, el mono se acentuó hasta niveles insospechados; intentaba estar tranquila, pero no cesaba de preguntar cuándo nos íbamos.
Mamá entonces me explico que durante 3 meses estaríamos encerradas en medio de la nada, que allí me curaría de mis adiciones y me recuperaría físicamente.
Allí, aguanto ella durante días y semanas, mis gritos, insultos, lloros… 
Allí, ella me lavo una y otra vez los vómitos, orines, babas y demás, sin quejarse, sin reprocharme nada.
Allí, ella me tuvo entre sus brazos mientras lloraba, como cuando era pequeña.
Allí, ella aguanto hasta que poco a poco empecé a sanar mis heridas internas.
3 meses después apareció papá y nos abrazamos y lloramos juntos.
Todo parecía sanado, empecé estudiar de nuevo y allí conocí a Andrés, mi profe de mates. Lo que en un principio fue una amistad, fue afianzándose y apenas 3 años después de todo lo ocurrido nos casamos.
Al poco tiempo de repente un nuevo sentimiento apareció en mí: ser madre.
Pero el tiempo trascurría y no llegaba; por primera vez se removieron en mí ser viejas heridas, heridas que había guardado en un oscuro cajón de mi cerebro del cual había echado la llave.
¿Sería un castigo divino? Si así era, me lo tenía merecido.
Así empecé a autoculparme, a deprimirme y autocastigarme a mi misma.
Un día le exprese mis sentimientos a mi madre y ella abrazándome, me dijo que un padre castiga a sus hijos para que aprendan; pero si la lección se ha aprendido un padre nunca reprocha, nunca hurga en una herida, ni nunca castiga; sólo da amor y que nunca más pensase que había hecho algo malo; solo había sobrevivido, sólo había salido a flote de nuevo.
Al día siguiente Andrés y yo estábamos en el hiper cuando de repente una niña se me acercó corriendo, haciendo gestos para que la aupase.
Entre divertida y sorprendida la alce en brazos y me abrazo y empezó a reír mientras decía una y otra vez con su media lengua:
-¡Eres tú, eres tú!
Era pelirroja, con profundos ojos verdes y con una mirada limpia y pura.
Al momento por el pasillo aparecieron los que supuse sus padres.
-“¡Verónica! Eso no se hace, nos has dado un susto de muerte. Deja a la señora.
Pero ella seguía en mis brazos, riendo y dándome besos, tendría apenas 3 años y era preciosa.
-“No es normal en ella, no le gustan los extraños ¡Lo siento! Debes de haberle caído bien”
-“No pasa nada, es un sol de niña”
Le conteste, mientras Andrés sacaba su móvil y nos hacía una foto, divertido ante la tierna escena.
Aún en brazos de sus papas me decía adiós y enviaba besos.
Fue una hermosa anécdota, que me hizo olvidar por un instante mis lamentaciones.
Esa misma noche en mis sueños la volví a ver, pero esta vez me hablo como una persona mayor.
-“¡Mamá, no sufras! ¡Gracias, estoy donde debo! ¡Termino tu aprendizaje, sé feliz!”
No sé si fue un sueño, si acaso fue mi conciencia que se quería autocallar, no sé realmente que ocurrió.
Solo sé que aquello paso hace un año y hoy estoy aquí en esta habitación presidida por un póster con una foto mía y una hermosa niña pelirroja de profundos ojos verdes, ambas sonriendo y con la mirada iluminada y que en mis brazos estas TÚ, Verónica, mi amada, hermosa y preciosa hija.
Sé que caí hasta el abismo y que un ángel me tendió sus alas y remonte y remonte...
Y también sé que esas personas a las que tanto dañé, me aman sin reproches y que son mi gran pilar.
No tengo palabras para agradecer esta bendición.
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
Regente de la Herboristería Herbasana de Canals Valencia.

No hay comentarios:

Te esperé siempre

  Te esperé siempre Aún hoy en el ocaso de mi vida, puedo cerrar los ojos y ver de n...