viernes, 3 de enero de 2014

Inés y sus zapatos mágicos

Ese año los reyes le trajeron a Inés unos preciosos zapatos rojos; a la luz del sol brillaban y aún eran más hermosos si cabe.

Solo tuvo sus zapatos 
rojos; pues su familia era muy humilde, pero a ella le encantaron y no echo nada más en falta, se sentía afortunada. 
Con sus zapatos puestos se convertía en la princesa de un hermoso cuento; luchaba contra dragones, magos malvados y brujas perversas.
El día se le trascurría en un suspiro y cuando salía de escuela corría emocionada a casa, merendaba rápido y en un plis plas terminaba el deber y las tareas en las que ayudaba a su madre; ya que esta pasaba muchas horas trabajando.
Seguidamente se colocaba sus zapatos y un precioso camisón que perteneció a su abuela lleno de encajes y largo hasta los pies y salía al jardín.
De repente el mundo se esfumaba y todo se convertía en un mundo de ensueño; su casa era un hermoso y gran castillo con dos preciosas torres y un gran foso que lo rodeaba, lleno de terribles y enormes cocodrilos hambrientos, dispuesto a devorar a cualquier extraño que osase penetrar sin permiso. El jardín de normal pequeño y con un pequeño manzano, se convertía en un gran bosque rodeado de mil y un peligro; su camisón pasaba a ser la más hermosa prenda jamás tejida por manos humanas y Tim, su perro, pasaba a ser el mejor corcel jamás visto.
Allí podía pasar horas en su pequeño y fantástico mundo, con sus amigos imaginarios, que formaban la corte de su reino y rodeada de dragones y príncipes y princesas. Allí era feliz.
Su madre cuando podía disfrutaba viéndola jugar tan ensimismada, tan absorta en su mundo y sonreía, viéndola tan feliz con tan solo unos zapatos y un camisón viejo.
Aunque no todos pensaban igual; Ana, Clara y otras niñas, habían estado espiándola, pues les extrañaba que corriese cada día a casa tan contenta y no se parase a jugar con ellas, les extrañaba que estuviese contenta con el regalo de los reyes; cuando ellas habían recibido montones de juguetes y les parecía poco.
Así pues habían decidido espiarla, pensando que algo escondía.
¿Qué podía hacerla tan feliz, si era pobre?
Durante varios días observaron como Inés se trasformaba y bailaba con sus zapatos rojos y al final llegaron a la conclusión de que realmente debían de ser mágicos. 
¿Cómo sino podía ser feliz con solo unos zapatos para jugar?
Así que al final planearon quitárselos y poder así ellas disfrutar de su magia.
Un día cuando Inés corría por el jardín, se quito los zapatos para mojar sus lindos pies en el lago que había en medio del bosque (un pequeño charco del agua de regar las plantas) y ellas aprovecharon la ocasión para robar los preciados zapatos.
Corrieron como posesas hasta casa de una de ellas y empezaron a sortearse los zapatos, sin llegar a ningún acuerdo, pues ninguna estaba satisfecha con la decisión de esperar su turno para probar su magia, terminaron gritándose y cogiendo todas a la vez los zapatos para ellas, tanto, tanto tiraron que…
Al final se rompieron. Empezaron a pelear y rotos se los llevaron  a Inés.
-Ahora a ver cómo te diviertes ¡Jajajajaj! ¡Ya no tienes tus zapatos mágicos!
Inés desesperada rompió a llorar, lloraba sin consuelo hasta que su madre llego a casa y entre lagrimas Inés le contó la historia de como se había quedado sin sus zapatos mágicos.
-¡Nunca más seré feliz mama! ¿Qué haré sin la magia de mis zapatos?
Su madre la miro y con cariño le contesto:
-¡Vida mía! ¿Aún no te has dado cuenta?
Movió la cabeza de un lado hacia otro despacio, sin prisa y observándola.
-¿De qué, mama?
-Mira bien a tu alrededor, cierra los ojos y lo veras
Inés cerró fuertemente los ojos, hasta que le dolieron y… ¡nada, no paso nada!
Mama, volvió a mover ligeramente la cabeza de forma condescendiente, así que ella lo volvió a intentar y… ¡nada… a ver…!
¡De repente su mundo mágico volvió a aparecer y sin los zapatos!
Sorprendida, alegre y nerviosa, miro a su madre…
Sorprendida la miro; hermosa, majestuosa, con su traje de reina.
-¡Mama, mama, tú eres la reina, tú eres la reina!
Se fundieron en un emotivo abrazo y su madre le susurro:
-Hija mía, la magia esta en ti, en mi, en nosotros, en nuestros corazones… no la dejes escapar.
E Inés volvió a ser feliz, con solo un viejo camisón y su imaginación


Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.

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