lunes, 3 de junio de 2013

Atrapada en tú cielo azul

Sentadas juntas en la habitación, sin conversar, sin mirarnos siquiera, de forma mecánica le daba de comer, a pequeños sorbos y acompañado de vez en cuando con un:
-¡Anda come, que está rico!
A veces me quedaba mirándola fijamente, me impresionaban esos preciosos ojos azules, aún brillantes pese a su avanzada edad, esos ojos azules como un hermoso cielo soleado, perdidos en un vacío inexistente, mirando a la nada; sin prestarme nunca atención y me preguntaba qué mirarían, en qué horizonte se perdieron, cuánto vieron y vivieron.
-María cariño ¿Sabes que tienes unos hermosos ojos? Seguro que los chicos harían cola para poder salir contigo.
Me pareció o seguramente imagine ver una medio-sonrisa en su boca, mientras seguía desayunando lentamente, aunque no hablaba yo seguí parloteando, mientras miraba fijamente a sus ojos;  supongo que fue tanta mi insistencia que durante apenas unos segundos, ella me miro; sentí sus ojos mirándome por primera vez en un mes, un mes de desayunos, comidas y cenas en las que  solo comía y yo me limitaba a hacer mi trabajo de cuidadora; pero entre todos esos silencios, entre todas esas miradas vacías, perdidas… Yo empecé a quererla sin darme apenas cuenta, a partir de aquel día ya no fue solo un acto mecánico sin cariño, sin conversación, sin sentimientos; no sé cómo pero aprendí a amar a quien estaba tras aquellos ojos que tanto me impactaban, perdidos pero brillantes, sin mirar a nada pero con vida. Así pues nuestros desayunos se hicieron más amenos, le hablaba de mis hijos, como había pasado el día, lo que ponían en la tele… descubrí que ciertas canciones parecían gustarle, pese a mi horrenda voz de vez en cuando le cantaba y yo creía ver una media sonrisa, lo que ya no sé es si era porque le gustaba la canción o porque tenía que hacer esfuerzos por no burlarse de mi (al menos eso imaginaba yo).
Con el tiempo María empeoro y cada vez le costaba más comer, estar siquiera erguida en la mesa era un martirio, pues ya hacía mucho tiempo que había dejado de caminar; a veces volvía a mirar sus ojos y veía como poco a poco el brilló desaparecía, como si a ese hermoso azul soleado, llegase  una niebla marina que empezase a cubrirlos; de igual manera su salud empeoraba, ya no distinguía nunca su semi-sonrisa, aunque seguí hasta el último día hablándole cantando sus canciones favoritas y cogiéndole la mano; me encantaba su tacto, sus arrugas eran suaves y agradables, parecidas a una tela de seda estropeada por la edad.
Ayer sus ojos estaban más cubiertos que nunca por la neblina, apenas se distinguía su azul cielo, no la levante y no quiso desayunar, aunque durante ese tiempo estuve con ella hablando y contándole como había sacado mi hija un diez en matemáticas.
De repente vi sus ojos.
Sus ojos habían recuperado su brillo, habían rejuvenecido y parecía que por ellos asomaba el sol, eran tan azules que parecía que desde ellos veía el cielo, me asome a verlos y me dio la sensación de que caía al vacío, a un cielo sin fondo,  a un cielo sin fin.
Lo que seguramente fueron segundos a mi me pareció eterno, creía haber caído en sus ojos, estar atrapada dentro de ellos, fue algo místico, misterioso…Pero no me asuste, al contrario, por unos instantes me sentí llena de paz, amor… no sé explicar la sensación,  es como si viese y sintiese a Mª, como si escuchase su corazón latir cada vez más lento, cada vez más lejano…Como si escuchase sus pensamientos, como si sintiese su paz y su amor. Atrapada en su azul cielo, atrapada en su corazón, atrapada en el fondo de sus ojos.
Igual que brillaron de súbito dejaron de brillar. Mª se había ido y yo me encontré con sus manos entre las mías, sin saber cómo, ni cuándo ella me había cogido con sus hermosas, arrugadas y suaves manos; su tacto aún seguía cálido cuando las deje sobre la cama y le di un beso en la frente.
Se había ido en paz, aunque paso su vejez enferma y sin poder comunicarse, puedo decir que en aquellos pocos instantes conocí a Mª; la Mª verdadera; conocí su alma, no su cuerpo enfermo;  respire su paz y amor no su dolor; vi la luz de sus ojos  no su oscuridad y por primera vez sentí como se comunicaba conmigo, abrazándome con un manto de luz y amor.
No sé si fue casualidad o me espero, pues yo no sé porque, pero  había conectado con ella desde el principio, a  veces mis compañeras se burlaban de mi, por perder el tiempo con tanta charlatanería con alguien que no veía ni hablaba, aunque yo lo hacía porque  me apetecía, porque me encantaba perderme dentro de sus hermosos ojos e imaginar historias junto a ella.
Gracias Mª por enseñarme a amar, gracias por tu última lección de amor. La sensación de paz y amor con la que me dejaste, aún hoy siguen conmigo.


Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.

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