Hoy en la cama un agradable y suave rayo de luz solar
me ha despertado, bastante temprano, al entreabrir los ojos he recordado que
día era hoy y no he podido evitar tocar mi rostro, brazos, piernas… y sonreír
“estoy viva” pensé.
Aunque de normal escéptica y poco dada a supersticiones,
recordé que ayer era 21/12/12 el día que supuestamente terminaba el mundo y
aquí estaba yo, en mi cama y vistiéndome para ir a la oficina, sin parar de
sonreír y de pensar que como podía yo haber dudado ni por un momento, pero claro…
la tv, las redes sociales, el boca a boca… hacía un tiempo que no se hablaba de
otra cosa; que se usaba: unos para asustar, otros como tema recurrente y otros
para reírse, total que ese día al acostarme aunque escéptica, no pude dejar de
pensar si mañana me despertaría o no, si habría terremotos, tsunamis u otra
sucesión de desastres que nos conducirían al final.
Aún con la sonrisa en la boca emprendí mi camino hacia
la oficina cuando en mitad de la acera observe a una mujer relativamente joven
con pijama y descalza bailando y riendo sin cesar. Cambie disimuladamente de
acera y pensé “Dios mío, todos no están encerrados, seguramente es una chalada
que creía que hoy estaría muerta”. Con la mirada fija en el suelo, no me
percate que ella también cambiaba de acera y venia hacia mí, así que cuando lo
descubrí ya era demasiado tarde y no pude apartarme; ella vino hacia mí y grito
“estamos vivos y la luz y el amor sea contigo”. Estas palabras reafirmaron mi
creencia sobre el estado mental de esta mujer, así que no pude zafarme cuando
se me abalanzo y me abrazo, intente apartarla, intente escapar, pero en unos
segundos ese abrazo…paso a ser algo muy importante también para mí y de repente
me vi a mi misma abrazando a esta loca desconocida y llorando.
¿Qué estaba sucediendo? Solo tenía ganas de gritar de
contento, de abrazar a alguien para que sintiera lo mismo que yo en este
momento, un sentimiento de amor, paz y concordia me invadía, sin comprender
como, ni porque yo tenía ganas de bailar, de abrazar…
Pronto descubrí que no era la única que había mucha más
gente igual, que de repente la calle estaba llena de gente abrazándose,
besándose, riendo, dándose la mano, invitándose a comer…
Era como si en vez de una sucesión de desastres hubiese
una cadena de favores; como si en vez de terremotos hubiese besos y abrazos; en
vez de tsunamis hubiesen oleadas de amor.
Cuando llegue a casa y puse la tele vi que esto estaba
sucediendo en todo el mundo la gente no había acudido a su trabajo, habían
pasado el día compartiendo sus cosas y deseándose paz y amor.
De repente la emisión se corto y emitieron un especial:
“Informamos a todos los ciudadanos que un virus
tremendamente peligroso está contagiando al planeta, se ruega a quien presente
estos síntomas se encierre en casa, no hable con nadie, no abrace a nadie, pues
este virus se contagia por el contacto y por medio de la saliva, quien presente
estos síntomas (aparente falta deseos de trabajar, ganas de abrazar, risas sin
motivo, etc; se encierre en su casa y por medio telefónico se ponga en contacto
con la agencia de control de plagas; advertimos que pese a su apariencia inocua
este virus es letal y muy peligroso, necesita de cuidados médicos especiales”.
No podía creer lo que oía, no podía ser nada malo todo
esto que estaba experimentando, esa sensación de paz, de amor por el prójimo,
esas ganas de estar con la gente y ayudarnos mutuamente, era imposible que esto
fuese un virus dañino. Al final pensé que todo ello me paso desde que aquella
joven me abrazo, nunca me había pasado nada semejante.
¡Si incluso había ha
visto a la huraña de Adel y me había besado y abrazado y dicho lo mucho que
sentía haberse portado tan mal el otro día conmigo! Tanto pensé, que
efectivamente me di cuenta que esto no era normal, tal vez si fuese un virus.
Así que pensativa acudí a mi casa y me encerré en ella, con lágrimas en los
ojos llame a la agencia de control de plagas y me decidí a esperar, mientras
miraba la tele y veía como los ejércitos se negaban a luchar, como distintas
religiones se abrazaban. ¿Cómo podía esto ser malo?
De repente el timbre me sobresalto y al abrir la puerta
unos agentes vestidos con trajes blancos, asépticos como si fuesen de
astronautas entraban en mi casa y
preguntaban mi nombre y si había informado de padecer el virus; apenas respondí
que si, me cogieron y metieron en un camión donde había decenas de personas
fundidas en un abrazo, abrazo al que yo también me fundí. El camión se puso en
marcha y solo paro para recoger a más desconocidos, unos Km más de carretera en
un descampado paro el camión y nos metieron en una especie de gran edificio,
blanco aséptico, al tiempo que oíamos: “
ya son menos, ¿creían que iban a romper el orden mundial, creían que podrían
con nosotros? No estamos dispuestos a perder lo que tanto nos ha costado ganar,
todo por 4 chiflados, que ahora se
niegan a trabajar y se creen felices”.
Sus risas me hicieron dar cuenta que en realidad no
estaba enferma, que la gente que a mi alrededor se abrazaba no estaba enferma;
que los enfermos eran ellos.
Atónita, descubrí que no estaba en un hospital, que
estaba en realidad en una cámara de gas; pero ni siquiera este pensamiento me
hizo odiarles, solo los ame más, solo sentí paz y lástima por ellos, ya que no
eran capaces de darse cuenta que un nuevo mundo acababa de nacer y nosotros
éramos los artífices; un mundo de paz y amor, sin odios ni temores.
De repente empezó a salir el gas, todos se fundieron en
un abrazo y a un mismo tiempo casi sin saber su significado un grito salió de
nuestras gargantas: “NAMASTE” y la certeza de que con solo uno de nosotros que escapase
el mundo renacería de nuevo, en una nueva era de paz y amor.
Así que ahora sé, en mi último aliento, que ayer día
21/12/12, si se acabo el mundo, el mundo que yo y tú conocimos y que hoy nace
uno nuevo, pese a quien pese.
Autora: Rosa Francés Cardona (Izha)
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