Sueño que nos han dado un día; un día más para estar por última
vez juntos, un día más para despedirnos y decirnos todas esas cosas que nunca
nos dijimos. Y sin embargo no sé cómo empezar, cómo decir que te añoro, que lo
siento, que nunca deje de amarte.
Tú me miras inquisitivamente; no entiendes nada, no sabes el
motivo de mis lágrimas, crees que de nuevo estoy enfadada contigo por cualquier
tontería como siempre, no consigo explicarme sin decir la verdad; ¿decir la
verdad… decir que un día como otro cualquiera, te fuiste a trabajar después de
una acalorada discusión y ya nunca más volviste? ¿Decir que un maldito conductor
borracho chocó contra ti? ¿Decir que me siento culpable cada día, cada vez que abro
los ojos y siento que respiro?
Durante meses y meses no pude perdonarme, lo último que
escuchaste de mis labios fueron reproches, malas palabras y malos gestos.
Quisiera haberte dicho que pasase lo que pasase, aunque nos enfadásemos
siempre estaría para ti, siempre te amaría, siempre podríamos contar el uno con
el otro…
¡Y hoy se me concede esta oportunidad y no sé cómo aprovecharla!
Me despierto y estas a mi lado, parece un domingo; un domingo de esos perezosos
en los que el sol se repantingá en la ventana y solo apetece volverse a estirar
y cambiar de posición.
Nos miramos fijamente a los ojos y tú solo alcanzas a decir,
de forma algo desconfiada:
-¿Qué pasa ahora? No dejas de mirarme.
Solo alcanzo a comprender que esta es mi oportunidad, que no
se repetirá nunca más, que debo de decir algo que…
¡Y lo único que hago es ponerme a llorar!
-¿Qué he hecho o dicho ahora?
-Nada, nada, solo abrázame.
Alcanzo a murmurar entre sollozos. Por una vez no me
recriminas mis tonterías y me haces caso; me abrazas y yo me fundo en este
abrazo como si no hubiese un mañana. Quisiera morir en este preciso instante,
no creo que hubiese momento más perfecto, más hermoso, más lleno de amor y
ternura que este.
Tú comienzas a besar mis lágrimas, en un gesto inconmensurable
de amor; una a una, no dejas ninguna caer, mi rostro es besado como hacía
décadas que nadie lo besaba, para terminar en un profundo y apasionado beso,
antesala solo de un terremoto de pasión en el que nos hundimos y del que no
deseo ser salvada. Tal vez nunca más vuelva a sentir tanta y tan profunda pasión
en mi cuerpo, tendido junto al tuyo envuelta en un maremoto orgásmico sin fin,
hasta que agotados y tendidos uno junto al otro solo atinamos a mirarnos.
Mirándonos fijamente; pupila versus pupila; siento que te
diluyes, que te escapas de mi mirada, tú tiendes la mano y ya solo alcanzamos a
tocarnos y sentir como te conviertes en un millón de partículas, sólo alcanzamos a murmurar al unísono:
-¡Te quiero!
¡Ya no estás, no te he dicho la verdad! No he podido decirte
que tú no existías, que ya no estabas.
¿Solo eras una
proyección de mi mente enferma de tristeza? Sinceramente prefiero pensar que el
Universo me concedió una nueva oportunidad, la oportunidad de abandonar de una
vez mi pasado y poder vivir el presente, sabiendo que los finales son así;
inesperados.
Autora:Rosa Francés Cardona (Izha)
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
|