Hecha un ovillo en la cama, en postura fetal, así estoy
¡Ya no sé cuanto tiempo! Las cortinas echadas, la luz apagada, sin comer, sin
beber; en estado catatónico; deseando que nunca más amanezca; deseando que este
sea el último día.
¿Cuándo empezó todo?
¡No lo sé! mi mente va a la deriva repasando
acontecimientos, a veces sin conexión, a veces sin sentido.
Solo sé, que mi cuerpo está tirado sobre la cama,
buscando el refugio de los brazos de su madre, de cuando estaba en
semi-oscuridad, en paz, caliente y abrigado flotando sobre el liquido amniótico
de mama, desearía estar allí segura y salva, sin calentamientos de cabeza, sin
problemas, solo sintiéndome segura, segura, segura……… ¡hermosa palabra!
¿Desde cuándo no me siento así?
Todo está abandonado: la casa, las compras, la ropa, la
comida, incluso mi hija.
Mi cuerpo no responde, se hunde cada vez más y más en
el colchón, como queriendo desaparecer, como queriendo fundirse y dejar de
existir de una vez por todas.
Hoy apareció mi madre; supongo que mi hija la ha
llamado. ¡Suponer es mucho! No tengo ganas de pensar; solo sé
que ha entrado, no he oído ni lo que ha dicho, solo que su tono era cariñoso e
inquisitivo a la vez.
En el fondo siento no haberle contestado, ni siquiera
vuelto la cabeza para mirarla ¡no podía!
Han pasado las horas y ha vuelto a entrar, cariñosa y
amable; quería decirle lo que me ocurría, quería abrazarme a ella, llorar en su
regazo como cuando era niña; pero mi cuerpo no se movía.
Así ha pasado varías veces, supongo que serán días;
hasta que hoy ha entrado sin hablar, solo he oido sus pasos decididos, fuertes
como antaño; ha levantado las persianas y el sol ha inundado la habitación, he
cerrado los ojos heridos por tanta luz.
‑ ¡Ya está bien! ¿Acaso no tienes obligaciones? ¿Crees que los demás
no tenemos problemas? ¡Se acabo la tontería!
Salió de forma airosa y al rato entro con un plato con
natillas (mis preferidas) y volvió a
gritar:
_ ¡Levántate y come!
Mi cuerpo lloraba en silencio, más ningún sonido ni
lágrima salió de el.
Al final no sé de dónde ha sacado la fuerza mi madre,
pero me ha incorporado un poco en la cama y puesto la servilleta sobre mi
pecho.
_¡Anda hija, anda come! No entiendo lo que ocurre, pero seguro que
tiene solución.
Poco a poco me ha dado la comida, mientras yo sigo encerrada
en mi misma, sin hablar, sin moverme… Ella habla sin parar; no sé de qué; pero
su voz me tranquilizaba, su voz llega a mi cuerpo encerrado.
Así lo ha hecho durante varios días; solo ella, solo me
habla.
Poco a poco mi mente empieza a dejar de derivar para
buscar de nuevo un puerto, alejado de tormentas, alejado de vientos
huracanados; buscando un puerto seguro, un refugio conocido; buscando su amor,
el amor más indestructible, más desinteresado del mundo. El de mi madre.
Al fin hoy rompí
a llorar y me abrace a ella, mientras ella acaricia mi pelo, sigo
llorando, hasta que agotada caigo de nuevo en un profundo aletargamiento.
Cuando de nuevo abro los ojos, me encuentro a mí misma
en mi postura fetal y a mi madre abrazándome y a mi hija entre mis brazos, las
dos profundamente dormidas y con la almohada aún mojada con nuestras lágrimas;
pero no son solo las mías, están también las de ellas, los dos seres que más
amo en el mundo ¿Cómo puedo hacerles tanto daño? ¿Cómo puedo ser tan egoísta?
_¡Mama, hija…! Logro articular a malas
penas con voz temblorosa después de semanas sin hablar, sin pensar…
_Yo, yo… No puedo seguir, las lágrimas de nuevo
desbordan mis ojos ¡Al fin se abren paso, al fin encuentran un hueco en esta
prisión, un hueco por el que escapar y poder volver a ser libre de nuevo!
_¡Cariño, tranquila, cuéntame, saldremos adelante, todo se
arreglara!
Mi madre pronuncio sus palabras mágicas y una vez
más; como cuando era niña surten efecto.
La pérdida de mi
trabajo por “reajuste del personal”.
El que un buen día apareciese mi esposo y descubriera que ya no era feliz, que no se sentía realizado, que sus miras eran más ambiciosas, que yo no era bastante para él, que no le hacía sentirse el centro del mundo… aunque había encontrado realmente el amor y alguien a quien proteger (concretamente una jovencita de 24 años menos que él).
El que dejase de pagar la manutención de su hija en apenas tres meses.
EL que Cris mi hija de 17 años me presionase continuamente con “mis amigas van; lo tienen; sus padres se lo han comprado; las otras salen hasta la madrugada…”
El que un buen día apareciese mi esposo y descubriera que ya no era feliz, que no se sentía realizado, que sus miras eran más ambiciosas, que yo no era bastante para él, que no le hacía sentirse el centro del mundo… aunque había encontrado realmente el amor y alguien a quien proteger (concretamente una jovencita de 24 años menos que él).
El que dejase de pagar la manutención de su hija en apenas tres meses.
EL que Cris mi hija de 17 años me presionase continuamente con “mis amigas van; lo tienen; sus padres se lo han comprado; las otras salen hasta la madrugada…”
Todo ello junto, me sobrepaso, me hizo desear desaparecer,
morir, no despertarme nunca; aunque tal vez por miedo, cobardía o por instinto
de supervivencia, mi cuerpo decidió esperar y valió la pena.
He recuperado a Cris, yo no me exige tanto, se esfuerza
en comprender nuestra situación económica y ayudarme.
Mi madre sigue al pie del cañón, ayudándome a
reflotarme, me hizo nacer dos veces, gracias a su constancia y amor.
He comprendido que no recuperare a Juan (mi ex) pero no
lo necesito, en el fondo me produce tristeza pensar en él ¡Cuánto amor nos
dimos! Sin embargo el no supo crecer, no supo cuidar lo que tenía (su familia).
El negarse a avanzar juntos, el buscar un sustituto a su juventud perdida, el
querer ser lo que no se es… En realidad quien tenía y tiene el problema no soy
yo.
No, no he encontrado trabajo aún, pero estoy en ello,
la cosa esta difícil para todos y más para “señora cuarenteañera”, no pienso
dejar de luchar
Autora:Rosa Francés Cardona (Izha)
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario