Con apenas 15 años empecé
a vivir rápido.
¡Muy, muy rápido! Parecía
que el mundo se escapara de mis manos y tenía que disfrutarlo a tope.
Mis padres no sabían que
hacer, lo habían probado todo: castigo, eliminar la paga, chantaje, regalos,
amenazas…
Y nada dio resultado.
Abandone los estudios y recién cumplidos los 18 me escape con el Jon; él tenía
28 y lo sabía todo, era mi gran amor; comía, respiraba, sentía, hablaba… todo
por el.
Cogí el dinero del banco
que habían ahorrado mis padres con el esfuerzo de su trabajo y el sacrificio de
pensar en mi, en vez de en ellos; dinero que habían guardado como hormiguitas
para el día de mañana; 21.000€ que estaban en mi cuenta para poder labrarme un
futuro y…
¡El futuro había llegado!
Eso y todas las joyas de mi madre y me las piré, sin decir ni adiós.
¿Para qué? ¿Acaso
entenderían algo?
Me marche llena de
ilusiones y en poco tiempo quemamos todo el dinero: fiestas, drogas y más
fiestas y más drogas...
Cuando se termino, nos
quedamos en la calle y nos fuimos a un viejo almacén abandonado, de vez en
cuando Jon "pegaba algún palo"; otras veces me traía a alguien para que me
“ganase” mi parte, esa parte me dolía mucho, pero él no encontraba trabajo y
era preciso (así pensaba yo entonces).
Un buen día quede
embarazada ¡Estúpida de mi! se lo comunique, pensando, no sé que; creía que me
alzaría en brazos y daría vueltas y mientras todo transcurría en cámara lenta, sonaría una música romántica y él diría “cásate conmigo” mientras me besaba
ardientemente y apasionadamente.
Nada más lejos de la
realidad: se enfureció como nunca lo había visto, me golpeo y tiro al suelo;
mientras dudaba de su paternidad y escupía pestes; luego salio dejándome tendida en el suelo, llorando y sin saber que hacer.
Así estuve mucho tiempo,
tal vez horas, hasta que anocheció y él no apareció.
3 días estuve en el
almacén; sola, sin comida y sobre todo, con el mono.
Al tercer día empecé a
andar sin rumbo fijo, hasta que me encontré llamando a una puerta; la de mis
padres y la que abrió fue mi madre.
Cuando me vio, no me dijo
nada, solo me abrazo y entro en casa, sin hablar preparo un baño, me desnudo y
empezó a limpiar mi cuerpo, sucio incluso de mis propias heces.
Sin reproches, sin hablar;
solo me limpiaba con amor, mientras mi cuerpo temblaba sin control y yo lloraba
sin parar.
Luego me cepillo con
cariño el pelo y yo pude balbucear el porque estaba allí, el porque de mis
moratones; mientras ella miraba mi cuerpo demacrado con apenas 39 kilos.
Pronto apareció Don Juan
el médico de familia y me atendió y explico lo malo de mi situación y recomendó una clínica de desintoxicación.
Luego ellos hablaron de mi embarazo de mi lamentable aspecto y me plantearon la
opción del aborto.
Yo solo quería estar bien
y “que me sacaran aquello que tantos problemas me había traído”.
Así que al día siguiente
me acompañaron a una clínica, allí un psicólogo intento explicarme lo mal que
lo podía pasar y demás cosas que no atendí.
De la clínica mis padres
me llevaron a una casa en plena montaña. Según supe después pidieron dinero para
todo, pues a mama la habían despedido después de media vida trabajando y lo
estaban pasando mal.
Una vez allí, papá descargo
toneladas de comida y nos dio un beso y se despidió llorando.
Yo no entendía nada, el
mono se acentuó hasta niveles insospechados; intentaba estar tranquila, pero no
cesaba de preguntar cuándo nos íbamos.
Mamá entonces me explico
que durante 3 meses estaríamos encerradas en medio de la nada, que allí me
curaría de mis adiciones y me recuperaría físicamente.
Allí, aguanto ella durante
días y semanas, mis gritos, insultos, lloros…
Allí, ella me lavo una y otra vez los vómitos, orines, babas y demás, sin quejarse, sin reprocharme nada.
Allí, ella me lavo una y otra vez los vómitos, orines, babas y demás, sin quejarse, sin reprocharme nada.
Allí, ella me tuvo entre
sus brazos mientras lloraba, como cuando era pequeña.
Allí, ella aguanto hasta que
poco a poco empecé a sanar mis heridas internas.
3 meses después apareció
papá y nos abrazamos y lloramos juntos.
Todo parecía sanado,
empecé estudiar de nuevo y allí conocí a Andrés, mi profe de mates. Lo que en
un principio fue una amistad, fue afianzándose y apenas 3 años después de todo
lo ocurrido nos casamos.
Al poco tiempo de repente
un nuevo sentimiento apareció en mí: ser madre.
Pero el tiempo trascurría
y no llegaba; por primera vez se removieron en mí ser viejas heridas, heridas
que había guardado en un oscuro cajón de mi cerebro del cual había echado la
llave.
¿Sería un castigo divino?
Si así era, me lo tenía merecido.
Así empecé a autoculparme,
a deprimirme y autocastigarme a mi misma.
Un día le exprese mis
sentimientos a mi madre y ella abrazándome, me dijo que un padre castiga a sus
hijos para que aprendan; pero si la lección se ha aprendido un padre nunca
reprocha, nunca hurga en una herida, ni nunca castiga; sólo da amor y que nunca
más pensase que había hecho algo malo; solo había sobrevivido, sólo había
salido a flote de nuevo.
Al día siguiente Andrés y
yo estábamos en el hiper cuando de repente una niña se me acercó corriendo, haciendo gestos para que la aupase.
Entre divertida y
sorprendida la alce en brazos y me abrazo y empezó a reír mientras decía una y
otra vez con su media lengua:
-¡Eres tú, eres tú!
Era pelirroja, con
profundos ojos verdes y con una mirada limpia y pura.
Al momento por el pasillo
aparecieron los que supuse sus padres.
-“¡Verónica! Eso no se
hace, nos has dado un susto de muerte. Deja a la señora.
Pero ella seguía en mis
brazos, riendo y dándome besos, tendría apenas 3 años y era preciosa.
-“No es normal en ella, no
le gustan los extraños ¡Lo siento! Debes de haberle caído bien”
-“No pasa nada, es un sol
de niña”
Le conteste, mientras Andrés
sacaba su móvil y nos hacía una foto, divertido ante la tierna escena.
Aún en brazos de sus papas
me decía adiós y enviaba besos.
Fue una hermosa anécdota,
que me hizo olvidar por un instante mis lamentaciones.
Esa misma noche en mis
sueños la volví a ver, pero esta vez me hablo como una persona mayor.
-“¡Mamá, no sufras!
¡Gracias, estoy donde debo! ¡Termino tu aprendizaje, sé feliz!”
No sé si fue un sueño, si acaso fue mi conciencia que se quería autocallar, no sé realmente que ocurrió.
Solo sé que aquello paso
hace un año y hoy estoy aquí en esta habitación presidida por un póster con una
foto mía y una hermosa niña pelirroja de profundos ojos verdes, ambas sonriendo
y con la mirada iluminada y que en mis brazos estas TÚ, Verónica, mi amada,
hermosa y preciosa hija.
Sé que caí hasta el abismo
y que un ángel me tendió sus alas y remonte y remonte...
Y también sé que esas
personas a las que tanto dañé, me aman sin reproches y que son mi gran pilar.
No tengo palabras para
agradecer esta bendición.
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
Regente de la Herboristería Herbasana de Canals Valencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario