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Solo tuvo sus zapatos
rojos; pues su familia era muy
humilde, pero a ella le encantaron y no echo nada más en falta, se sentía afortunada.
Con sus zapatos puestos se convertía en la princesa de un hermoso cuento; luchaba contra dragones, magos malvados y brujas perversas.
Con sus zapatos puestos se convertía en la princesa de un hermoso cuento; luchaba contra dragones, magos malvados y brujas perversas.
El día se le trascurría en un suspiro y cuando salía de
escuela corría emocionada a casa, merendaba rápido y en un plis plas terminaba
el deber y las tareas en las que ayudaba a su madre; ya que esta pasaba muchas
horas trabajando.
Seguidamente se colocaba sus zapatos y un precioso
camisón que perteneció a su abuela lleno de encajes y largo hasta los pies y
salía al jardín.
De repente el mundo se esfumaba y todo se convertía en
un mundo de ensueño; su casa era un hermoso y gran castillo con dos preciosas
torres y un gran foso que lo rodeaba, lleno de terribles y enormes cocodrilos
hambrientos, dispuesto a devorar a cualquier extraño que osase penetrar sin
permiso. El jardín de normal pequeño y con un pequeño manzano, se convertía en
un gran bosque rodeado de mil y un peligro; su camisón pasaba a ser la más
hermosa prenda jamás tejida por manos humanas y Tim, su perro, pasaba a ser el
mejor corcel jamás visto.
Allí podía pasar horas en su pequeño y fantástico
mundo, con sus amigos imaginarios, que formaban la corte de su reino y rodeada
de dragones y príncipes y princesas. Allí era feliz.
Su madre cuando podía disfrutaba viéndola jugar tan
ensimismada, tan absorta en su mundo y sonreía, viéndola tan feliz con tan solo
unos zapatos y un camisón viejo.
Aunque no todos pensaban igual; Ana, Clara y otras
niñas, habían estado espiándola, pues les extrañaba que corriese cada día a casa
tan contenta y no se parase a jugar con ellas, les extrañaba que estuviese
contenta con el regalo de los reyes; cuando ellas habían recibido montones de
juguetes y les parecía poco.
Así pues habían decidido espiarla, pensando que algo
escondía.
¿Qué podía hacerla tan feliz, si era pobre?
Durante varios días observaron como Inés se trasformaba
y bailaba con sus zapatos rojos y al final llegaron a la conclusión de que
realmente debían de ser mágicos.
¿Cómo sino podía ser feliz con solo unos zapatos para jugar?
¿Cómo sino podía ser feliz con solo unos zapatos para jugar?
Así que al final planearon quitárselos y poder así
ellas disfrutar de su magia.
Un día cuando Inés corría por el jardín, se quito los
zapatos para mojar sus lindos pies en el lago que había en medio del bosque (un
pequeño charco del agua de regar las plantas) y ellas aprovecharon la ocasión
para robar los preciados zapatos.
Corrieron como posesas hasta casa de una de ellas y
empezaron a sortearse los zapatos, sin llegar a ningún acuerdo, pues ninguna estaba
satisfecha con la decisión de esperar su turno para probar su magia, terminaron
gritándose y cogiendo todas a la vez los zapatos para ellas, tanto, tanto
tiraron que…
Al final se rompieron. Empezaron a pelear y rotos se
los llevaron a Inés.
-Ahora a ver cómo te diviertes ¡Jajajajaj! ¡Ya no tienes
tus zapatos mágicos!
Inés desesperada rompió a llorar, lloraba sin consuelo hasta
que su madre llego a casa y entre lagrimas Inés le contó la historia de como se
había quedado sin sus zapatos mágicos.
-¡Nunca más seré feliz mama! ¿Qué haré sin la magia de
mis zapatos?
Su madre la miro y con cariño le contesto:
-¡Vida mía! ¿Aún no te has dado cuenta?
Movió la cabeza de un lado hacia otro despacio, sin
prisa y observándola.
-¿De qué, mama?
-Mira bien a tu alrededor, cierra los ojos y lo veras
Inés cerró fuertemente los ojos, hasta que le dolieron
y… ¡nada, no paso nada!
Mama, volvió a mover ligeramente la cabeza de forma
condescendiente, así que ella lo volvió a intentar y… ¡nada… a ver…!
¡De repente su mundo mágico volvió a aparecer y sin los
zapatos!
Sorprendida, alegre y nerviosa, miro a su madre…
Sorprendida la miro; hermosa, majestuosa, con su traje
de reina.
-¡Mama, mama, tú eres la reina, tú eres la reina!
Se fundieron en un emotivo abrazo y su madre le
susurro:
-Hija mía, la magia esta en ti, en mi, en nosotros, en
nuestros corazones… no la dejes escapar.
E Inés volvió a ser feliz,
con solo un viejo camisón y su imaginación
Autora:Rosa Francés Cardona (Izha)
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
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