Voz en grito y de forma misógina estalló:
-“¡Detente mujer!
¿Dónde crees que vas? Tú no eres nadie, solo eres parte de mí,
saliste de mi costilla y no eres nada.”
Por primera vez en la vida me alce y con un orgullo que creía
perdido alcance a contestar mientras lamía mis heridas.
-“¿Perdón? ¿De tu costilla?”
Por primera vez en tantos años osé contestar a sus insultos y
golpes. Había llegado a mi límite ¡ahora o nunca! Tenía que recuperar mi autoestima
perdida, no sé de donde saque las fuerzas, pero había llegado el momento.
Su misoginia mal disimulada y envuelta con un supuesto amor a
Dios, me había torturado durante años, un amor mal entendió ¡tal vez! Un amor
al que le daba la vuelta para usarlo a su conveniencia y según el cual yo
estaba subyugada a él por siempre jamás como en los cuentos de antaño; un amor
que me ahogaba y que impedía cosas tan normales como que tuviese amigas fuera
de la iglesia y que tomara algo con ellas si él no estaba presente.
Estaba muerta en vida; cada día pensaba, sentía, amaba, vivía…
menos.
Incluso en su afán de aleccionarme como criatura incompetente
bajo el manto de la creación había llegado a pegarme, aunque eso sí ¡por mi
bien!
¿Por mi bien? Aún lloro solo de pensar en esas palabras ¿Puede
alguien pegar a su mujer solo por su bien? ¿Es ese el amor que siempre soñé?
Siquiera sé, que es lo que le saco esta vez de sus casillas ¿la
comida no estaba en su punto? ¿Tal vez no iba lo suficiente discreta a la
compra o tarde demasiado en volver del súper? Cada día le irritaban más cosas
de mí, cada día sus palabras herían más.
¿De dónde saque fuerzas? Conocí a María en la pequeña tienda
del barrio, ella me hablaba de las mujeres, de nuestro poder para amar, de
nuestra entrega y de tantas cosas que me dejaban boquiabierta…
Cada día que encontraba una excusa para poder ir a su tienda
acudía y charlaba un rato con ella; ella sin conocerme me abrió sus puertas, me
sacaba una silla y un té y charlábamos sobre las cosas más sencillas, poco a
poco abrió un mundo nuevo delante de mí: un mundo donde el respeto era
esencial; donde nadie era más que nadie; donde mi opinión era importante.
Me dejo libros que abrieron mi mente y mi comprensión.
Envuelta en estos pensamientos, estaba desconcentrada de sus
gritos y de su, por primera vez indecisión, pues nunca esperó que yo, pobre
mujer, me revelase contra su magna palabra.
De nuevo me alce y esta vez de forma altiva contesté:
-“¿Cómo que soy parte de ti? ¿De tu costilla? Perdona que me
ría.
¡Tú saliste de un útero como el mío, no yo de una costilla!
¡Tú me debes respeto y amor! Para nada te debo sumisión.”
Por primera vez me supe mujer empoderada y nunca ya nadie volvería a humillarme.
No me pregunto si volveré a amar, lo sé. Solo que esta vez
amare bajo el mismo prisma, de forma igualitaria como solo se debe de amar, de
tú a tú, de igual a igual; nadie volverá a humillarme bajo excusas, sobre todo
porque he aprendido a amarme y respetarme.
Acupuntora, MTC, hipnosis, Dietética y Nutrición.
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1 comentario:
La mujer de pie. Erguida en su derecho a vivir y florecer su luz. Tiempo de caminar a nuestro ritmo y desplegar nuestra esencia. Gracias por este mensaje Rosita!! Abrazos!!
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